En el fútbol, aparentemente se trata de ganar pero, en el fondo, todo gira en torno a la posibilidad de perder. La victoria, según el conocido dicho, nunca le toca al pueblo, de modo que cuando la historia se cuenta desde abajo, desde el amplio lugar que le pertenece al aficionado o al amateur —aquellos que se ilusionan con ponerse la camiseta de su equipo, con un nombre que no es el suyo estampado en la espalda—, la historia no la escriben los ganadores.

En este libro pueden no estar Messi, ni Spencer, ni Di Stéfano. No están con nombres, sino con esa presencia oblicua de las emociones que, empozadas y recreadas, siempre deslumbrantes como un agónico gol, se vuelven el motor de nuestras acciones.

En el fútbol, aparentemente se trata de ganar pero, en el fondo, todo gira en torno a la posibilidad de perder. La victoria, según el conocido dicho, nunca le toca al pueblo, de modo que cuando la historia se cuenta desde abajo, desde el amplio lugar que le pertenece al aficionado o al amateur —aquellos que se ilusionan con ponerse la camiseta de su equipo, con un nombre que no es el suyo estampado en la espalda—, la historia no la escriben los ganadores.

En este libro pueden no estar Messi, ni Spencer, ni Di Stéfano. No están con nombres, sino con esa presencia oblicua de las emociones que, empozadas y recreadas, siempre deslumbrantes como un agónico gol, se vuelven el motor de nuestras acciones.