Lo que cuenta primero del término compuesto «poesía erótica ecuatoriana» es la palabra que ocupa, precisamente, el lugar inicial, «poesía». Y esa poesía constituye la oferta esencial del libro al curioso, al aficionado, al lector. La orientación erótica no ha de ser transformada en cosa de excepción, en algo ominoso, en una manera desvergonzada de sacar la cuerda con la ropa interior del patio a la calle. Ni en un inocuo latigazo al rostro del pacato. Debe ser recibida por lo que es, una realidad humana, una experiencia que el poeta desea compartir con aquellos que, por no serles ajena, se encuentran listos para acogerla como incitación al reconocimiento y al diálogo.

Lo que cuenta primero del término compuesto «poesía erótica ecuatoriana» es la palabra que ocupa, precisamente, el lugar inicial, «poesía». Y esa poesía constituye la oferta esencial del libro al curioso, al aficionado, al lector. La orientación erótica no ha de ser transformada en cosa de excepción, en algo ominoso, en una manera desvergonzada de sacar la cuerda con la ropa interior del patio a la calle. Ni en un inocuo latigazo al rostro del pacato. Debe ser recibida por lo que es, una realidad humana, una experiencia que el poeta desea compartir con aquellos que, por no serles ajena, se encuentran listos para acogerla como incitación al reconocimiento y al diálogo.